Francisco J. Rosado May
fjrmay@hotmail.com
Seguíamos en shock por el azote de Otis en Acapulco, que entró el 25 de octubre, cuando llegó noviembre. México se volcó a recordar a los finados, ya sea como día de muertos o como janal pixan.
El 1 y 2 de noviembre permiten recrear no solo una tradición de corte folclórico, sino evocar espacios donde se conjugan las creencias, la armonía que debe existir entre el ser humano y la naturaleza a través de lo espiritual, con la multiculturalidad que rodea a nuestras comunidades originarias.
En junio de este año conocimos el caso de los cuatro niños colombianos que se extraviaron en el Amazonas y que fueron hallados 40 días después mediante una extenuante jornada que involucró a las fuerzas armadas colombianas y, en sus últimas etapas, la participación de Indígenas. Esta historia seguramente llegará a la pantalla grande, ojalá y haga justicia al papel de los Indígenas y el ritual de Yagé que hizo uno de los líderes y que permitió “saber” donde encontrar a los niños. Después de la ceremonia los niños fueron hallados, con algo de desnutrición y deshidratación, pero bien.
Los niños sobrevivieron a la caída de una avioneta, Lesly de 13 años tuvo que hacerse cargo de sus hermanitos Soleiny de 9, Noriel de casi 5, y Cristin de apenas un año. Aun cuando ellos habían nacido y crecido en la selva, es impresionante la sobrevivencia de todos ellos.
En Colombia existe la creencia de que en la selva hay espíritus, que los humanos pueden “entenderse” con ellos si se comportan en forma adecuada. Lo que nosotros conocemos como H’men o Chaman, ahí se les conoce como Payé, Jainabá, Taita o Curaca. Ellos son los intermediarios con los dueños del monte y saben cómo comunicarse para que la selva no sea su enemiga sino su aliada. Todo esto debe incluirse en la explicación del rescate de los menores.
No muy lejos de nosotros, en Filomeno Mata sucedió algo inédito. A finales de octubre pasado el abuelo de 74 años, Isabel Chuc Cab, estuvo extraviado en la selva por casi una semana. El 20 de octubre fue encontrado sano y salvo después de que un sacerdote Maya hiciera una primicia en la milpa de don Isabel que incluyó una ofrenda a los aluxes.
De acuerdo con los Mayas, los aluxes son como duendes que tienen una altura de un niño de entre 3 y 4 años. Tienen diferentes funciones, pero la principal es resguardar un área, sea de selva o de cultivo como la milpa. Para ello se valen de travesuras como haciendo ruido, moviendo cosas, mostrándose muy rápidamente, entre otras. Las ceremonias Mayas incluyen el ofrecimiento de comida y bebida para los aluxes para estar en paz y en armonía con ellos. Cuando una persona vaga en el monte y está en paz consigo mismo y con su entorno, incluyendo a los aluxes, no podría perderse, ellos lo ayudan a sobrevivir mientras son encontrados o mientras se encaminan en la dirección correcta para salir de la selva. Pero cuando una persona no está en paz consigo mismo ni con su entorno, puede perderse en la selva y eventualmente fallecer ahí.
Cuando encontraron a don Isabel él tenía la impresión de que no se había extraviado, su estado de salud era muy bueno, lo cual es extraordinario para alguien con casi tres cuartos de siglo sobre sus espaldas.
Para los Mayas y los indígenas de Colombia no es coincidencia la gran similitud entre ambos casos. Ellos saben que todas las cosas están conectadas entre sí y que la paz interna y entre las personas es clave para un buen vivir.
Afortunadamente los 4 niños colombianos y don Isabel pudieron celebrar un día más para sus finados.
A propósito, platique usted con algún trabajador del Tren Maya que está metido en la selva. Seguramente le hablará, quizá sin saberlo, de las travesuras de los aluxes.
Es cuanto.