Chetumal y sus luchas históricas contra las imposiciones centralistas: la historia de don Margarito Ramírez y las luchas políticas de Pedro Pérez Garrido
Por: Gilberto Avilez
La historia política de Chetumal no es, como algunos erróneamente piensan, maniatada a las razones de la vida burocrática. Chetumal fue cuna de grandes movimientos políticos y sociales que sostenidamente han salido a flote de vez en vez, cuando las circunstancias lo ameriten. Como se ha señalado recientemente, en 2016, Chetumal fue el pivote para la caída del Felixismo Borgismo, cuyos habitantes acudieron a votar en masa para desterrar al PRI del poder. Y este 2024, los chetumaleños igual acudieron a vota en masa, para tratar de desterrar a un mal gobierno morenista, a pesar de que este 2024 la marabunta morenista-amloísta casi barre del mapa político a varios partidos, ganando con carro completo en Quintana Roo. Como si nadara a contracorriente, los chetumaleños le han dado un claro ejemplo a más de uno, de que la unidad a como sea es aborrecible y detestable. Esta serie de hechos y acciones políticas, tiene una razón de ser, y podemos acudir a la historia lejana, para dar unos ejemplos de cómo algunos movimientos políticos nacidos en Chetumal y el Territorio de Quintana Roo, fueron en algunos momentos el contrapunto del centralismo político y el autoritarismo unitario del viejo régimen postrevolucionario. En esta entrega para Noticaribe Peninsular, presentamos las luchas de Pedro Pérez Garrido contra el gobernador Margarito Ramírez.
Sobre el “tribuno del pueblo” Pedro Pérez Garrido (1913-1952), un político chetumaleño nacido en el viejo Payo Obispo y dueño de una fuerte y recia personalidad para fustigar de frente lo que consideraba lesivo para los intereses de su patria chica, me enteré de él leyendo el sabroso libro de relatos sobre el Chetumal de antaño, Historias conversadas, escrito por Héctor Aguilar Camín hace algunos años.
A grandes rasgos, en uno de esos relatos, Aguilar Camín narra algunos hechos y actuaciones políticas de Pedro Pérez Garrido desde tiempos de la conformación del Comité Pro Territorio a principios de la década de 1930, un comité creado por las exigencias de la desmembración del Territorio de Quintana Roo llevado a cabo por la Federación –durante el gobierno del presidente Pascual Ortiz Rubio- cediendo la parte sur del Territorio a Campeche (Payo Obispo, los pueblos del Hondo y Bacalar); y el centro norte, sin las islas -que quedaban estas últimas bajo la férula de la federación-, para Yucatán, entrando en los dominios yucatecos todo lo que era el mundo maya de los cruzoob, con Chan Santa Cruz-Felipe Carrillo Puerto a la cabeza.
Pedro Pérez Garrido, narraba el relato de Aguilar Camín, tenía la lengua rápida para poner el epíteto más mordaz en el punto exacto que más les dolía a sus contrincantes. Era, como todo provinciano payoobispense de esos años donde escaseaban los centros de esparcimiento que no fueran congales y cantinas, un obsedido por el demonio de la política, y un férreo defensor de la riqueza forestal del Territorio. Y en esos años de conformación del sentimiento no solo regional frente a las añagazas de una remota federación, sino del sentimiento político que devendría luego en exigir a la misma federación su autonomía política y su derecho a darse gobernantes nativos, la forja de un carácter político le sería necesario posteriormente a Pérez Garrido cuando al territorio de Quintana Roo le sobrevendría los tiempos de Margarito Ramírez (1944-1959). El sentimiento regional y el sentimiento político de esta parte alejada del país, se lee claramente en el acta constitutiva del Comité Pro Territorio, rescatado novelísticamente por Primitivo Alonso Alcocer:
“En la ciudad de Payo Obispo Territorio de Quintana Roo, a las ocho horas del día seis de octubre del año de 1931, reunidos en el salón Juventino Rosas para la Asamblea General que convocó la Cámara de Comercio de este lugar, con objeto de integrar la Directiva que llevará a cabo las gestiones para evitar la anexión de este Territorio a los Estados de Yucatán y Campeche”.
Y en un telegrama enviado al presidente Pascual Ortiz Rubio, los miembros del Comité Pro Territorio, a nombre de los habitantes del Territorio de Quintana Roo, externaban lo siguiente:
“Los habitantes de este Territorio tenemos tanto derecho de amar a nuestra Patria Común, como a nuestra Patria Chica, y siempre hemos tenido el deseo de que, con el tiempo esta región se convierta en un Estado Libre y Soberano integrante de los Estados Unidos Mexicanos. Quintana Roo puede subsistir con sus propios recursos”.[1]
Sabemos que, por supuesto, el gobierno federal hizo caso omiso a las peticiones regionalistas y de gobierno propio que habían expuesto lo más granado del Territorio de Quintana Roo. Cinco años el Territorio de Quintana Roo estuvo dividido entre Campeche y Yucatán, y esto solo pudo ser resarcido en tiempos de la presidencia del general Lázaro Cárdenas, que restituyó íntegramente el Territorio a sus hijos legítimos, identificados con su patria chica, pero el deseo del gobierno propio solo sería plena realidad cuarenta años después.
En ese lapso formativo, el Territorio sería gobernado por miembros conspicuos de la familia revolucionaria que serían enviados a estos confines selváticos. Y uno de estos miembros que vendría a gobernar durante casi quince años al Territorio, sería Margarito Ramírez, el viejo ferrocarrilero que salvó de una muerte segura al caudillo Obregón en abril de 1920. Según un historiador de Chetumal,[2] Margarito Ramírez fue quizá, por obvias razones de tiempo, el gobernante más combatido que tuvo el Territorio, y de quien resulta difícil evaluar su acción gubernativa plagada de contradicciones, y esto se debe a su temperamento personal que oscilaba entre muestras de bondad en su trato, hasta ser extremadamente duro en el uso del poder. Desde el inicio de su largo gobierno, Ramírez supo de las ansias de los hombres y mujeres que venían de los remanentes del Comité Pro Territorio, al crearse nuevos comités, pero ahora con el objetivo de alentar a un gobernante nativo. Fue así como en 1946, don Margarito apoyó la formación de comités regionales Pro-Gobernante nativo, que era una iniciativa de varios chetumaleños como el combativo Pedro Pérez Garrido, Carlos Hoy, Antonio Erales, Juan Villanueva Rivero, entre otros.
La intención del gobernador jalisciense del Territorio, era conocer a los líderes locales para luego cooptar sus voluntades con dádivas en efectivo, concesiones de todo tipo, o empleos bien remunerados en la burocracia local. Los que no se apegaban a los designios del gobernante, sufrirían las persecuciones, la cárcel, o el exilio. Una voz que sostenía la causa del gobernador nativo, Pedro Pérez Garrido, clamaba casi en solitario en Chetumal, y cuestionaba a sus paisanos con esta sencilla metáfora: “Los animales cuando nacen en el poco tiempo abren los ojos, pero tú pueblo quintanarroense… ¿cuándo vas a abrir los ojos?”. Pedro Pérez Garrido sufriría algo peor, la muerte a manos de uno de los esbirros del gobernador.
¿Pero quién era Margarito Ramírez, el gobernador del Territorio menos conocido, pero más citado y trabajado con visiones nativistas su largo periodo[3]? La única persona que comprendió, sin esos odios caníbales que solo se dan en provincia, al periodo de “El Ramirismo” (1944-1959), fue la desaparecida historiadora y fundadora del Archivo de Quintana Roo, María Teresa Gamboa.[4] En 1998, como producto de sus puntillosas investigaciones en el Archivo de Quintana Roo y el AGN, Gamboa escribió una serie de seminales ensayos sobre los años del exilio de un oscuro y antiguo maquinista de ferrocarriles, a quien una noche del 13 de abril de 1920, los cielos de la política nacional se le abrieron de forma total. Ese día, el joven maquinista Margarito Ramírez (Atotonilco el Alto, Jalisco, 22 de febrero de 1891 – 2 de febrero de 1979), de 29 años apenas, dio refugio en su humilde casa al General invicto, Álvaro Obregón, candidato a la presidencia de México sin la venia de Carranza, que necesitaba salir del cerco que Carranza ya le había confeccionado para eliminarlo. Y no solo le dio comida, techo y agua: en una genialidad, también lo vistió de obrero del tren, le dio un quinqué, lo chamusqueó de hollín, y lo condujo hacia Guerrero donde hombres leales a él lo esperaban. Cuando el Manco de Celaya tomó el poder, Ramírez supo que su vida cambiaría. En efecto, fue diputado federal, fue senador, gobernador interino de su estado natal, Jalisco, carcelero de las Islas Marías, líder ferrocarrilero nacional, y durante 14 años, nueve meses y 14 días, el hombre fuerte del Territorio de Quintana Roo.
Como hemos dicho, los detractores de don Margarito son legión desde los primeros tiempos de sus días como gobernante del Territorio. Consideran que su largo mandato “cuasi dictatorial” fue “el más combatido y el más odiado por el pueblo” al que nunca tuvo acercamiento y vivió los años de su “exilio”, sin trabazón alguna con la población.
Se olvidan decir que el otrora Territorio de Quintana Roo no tenía los elementos suficientes para erigirse como Estado, y que habría que ver el Ramirismo como el puente largo entre la formación del estado (1880-1940), para engarzarlo hacia la modernidad y la supuesta “liberación política” a partir de 1974, donde una casta gobernante autóctona, bajo las siglas priístas, copó el poder amparada por unas reglas del juego para nada democráticos, en sintonía con el espectro político nacional, que apenas se comenzó a disgregar a partir de 1988. Los que vendrían luego, no fueron para nada diferentes, cualitativamente hablando, a la obsesión de poder que tenía don Margarito.
A la llegada de Miguel Alemán a la presidencia del país, Margarito Ramírez fue ratificado como gobernador del Territorio, pero en esta tierra selvática de la segunda mitad de la década de 1940, los ímpetus localistas ya estaban más que maduros con las inconformidades de todo tipo hacia la gubernatura de don Margarito. Don Margarito, que tenía un defecto de carácter y que consistía en hacer mucho caso a los chismes, amable y bondadoso con los habitantes que le pedían ayuda por una desgracia, era preso del séquito de ujieres y colaboradores, que todos los días le fabricaban enemigos donde no los tenía. Fue así como esta serie de encuentros, desencuentros y maledicencias alrededor del gobernador, desembocan en el asesinato de Pedro Pérez Garrido. El 3 de julio de 1950, el presidente de la república Miguel Alemán, visita por primera vez Chetumal. Los miembros del Comité Pro Gobernante nativo, aguardaban la menor oportunidad para manifestarle sus ideas al presidente. Se produjo entonces un acto público en Chetumal, con participación de todo el pueblo, y hubo protestas y quejas frente al presidente. En el teatro Juventino Rosas, el presidente escucharía esa serie de molestias y peticiones de los chetumaleños, y una de esas peticiones, el mismo Margarito Ramírez la apoyó, que consistía en que el Territorio contara ya con un gobernador nativo. El 4 de junio de 1950, en su primera plana, el Diario de Yucatán hacía eco de esta protesta del pueblo chetumaleño frente al gobernador del Territorio y el presidente Alemán, rotulando a siete columnas, lo siguiente: “EL PRÓXIMO GOBERNADOR DE QUINTANA ROO SERÁ NATIVO DEL TERRITORIO”. Entre esos que protestaban y pedían a voz en cuello por un próximo gobernador originario de Quintana Roo, se encontraba Pedro Pérez Garrido, que en el mismo diario, y en ese mismo día, junto con un tal Luis Paniagua, mediante un “remitido”, habían hecho saber a la opinión pública quintanarroense y al mismo presidente de la República, una serie de imputaciones en contra del gobierno del Territorio de Quintana Roo, es decir, en contra de Margarito Ramírez, y de tres de sus colaboradores cercanos, entre los que se encontraban su secretario de gobierno, el licenciado Gabriel Amezcua, que prácticamente fungía como gobernador, en las largas ausencias del Territorio de don Margarito:
“Al C. Presidente de la República.
A la Opinión Pública Quintanarroense
Venimos a desnudar públicamente los atropellos y robos sistemáticos, que vienen cometiendo las autoridades del Territorio de Quintana Roo, a cuya custodia se encuentran nuestras riquezas forestales…Solicitamos no solo la destitución de estos malos representantes de su Gobierno, sino que, no quedamos conformes hasta que sea plenamente conocida de la opinión pública sus rapiñas y reintegren el dinero robado a la Nación para destinarlo al mejoramiento social en Nuestra Patria…”
Pedro Pérez Garrido y Luis Paniagua, no dejaban duda de la forma en cómo categorizaban al gobierno de don Margarito: de ser representantes de la Federación, se habían convertidos en “viles traficantes” de maderas. Tal vez la suerte ya estaba echada, sin que el mismo don Margarito lo supiera, y menos Pérez Garrido. Dos años después de aquel encontronazo directo –uno de tantos que tuvo Pérez Garrido, pues igual alegaba que la quema de un hotel de su propiedad había corrido por órdenes del jalisciense, así como se le había denegado una curul de diputado federal- con el gobernador del Territorio, la vida de Pérez Garrido llegaría a su fin de forma trágica. Súbita e impunemente fue asesinado a manos del sobrino del gobernador, Inocencio Padilla, en ese entonces secretario de salud del Territorio. El gobernador, en ese día de la muerte de Pedro Pérez Garrido, se encontraba fuera de Quintana Roo, en una de sus largas visitas a la ciudad de México.
[1] La cita actual y la anterior, se encuentra asentado en el libro de Primitivo Alonso Alcocer, Cuando Quintana Roo fue desmembrado (1931-1935). Coeditores Congreso del Estado de Quintana Roo-H. Ayuntamiento de Othón P. Blanco-Comité Directivo Estatal del PRI en Quintana Roo, Chetumal, 1992.
[2] Carlos Hoy. Breve Historia de Quintana Roo. Chetumal. Ediciones del Estado de Quintana Roo, 1971, pp. 183 y ss.
[3] Sobre esto, véase el libro de Juan Castro Palacios. Los años del exilio. Quintana Roo 1944-1959. Chetumal. Gobierno del Estado de Yucatán-Conaculta. 1997.
[4] Los artículos de María Teresa Gamboa sobre el Ramirismo aparecieron del 1 de junio al 17 de agosto de 1998 en la sección “Nuestro Centenario”, del Diario de Quintana Roo.