Por Gilberto Avilez Tax
Sebastián Gómez Hernández, un padre de Ocosingo, llega al caribe mexicano a buscar a su hija desaparecida desde el pasado 18 de diciembre, y la encuentra muerta, irreconocible, en terrenos del Hotel Hard Rock Riviera Maya, donde laboraba.
El padre, indígena tzeltal de uno de los estados más pobres del país, Chiapas, pidió ayuda para llevar los restos de su hija a su pueblo y darle sepultura. Desde que llegó a Puerto Aventuras, hace más de una semana, ni un minuto de sosiego tuvo el señor para darse a la tarea de encontrarla: caminó, preguntó, fue a oficinas del ayuntamiento, inquirió a la gente, marchó con ellos pidiendo por el paradero de su hija, habló con el delegado de Puerto Aventuras, un señor que también es de Chiapas, el cual se solidarizó con el de Ocosingo.
Cansado de que no tuviera respuesta de las autoridades judiciales, de que el hotel le cerrara sus puertas de lujo a este humilde indígena, ayer, 29 de diciembre, se plantó a las puertas de una tortillería de un barrio popular de Puerto Aventuras a esperar la solidaridad de la gente, para juntar unos pesos y regresar con su hija en un féretro a Ocosingo, y en ese solo acto demostró con claridad la estolidez de un turismo caníbal, donde los derechos humanos de la gente, de los miles de trabajadores que llegan de todo el país por un pedazo del paraíso, se diluye y se vuelve un martirio, mientras que el paraíso se entinta de más sangre inocente.
Pero para los ricos y los poderosos de este estado, tal parece que los muertos de hambre y los muertos por el hambre y la violencia desatada, no existen, son estadísticas miserables. ¿Cómo detener la violencia, cómo defender a las franjas más débiles (donde se encuentran los trabajadores como Ana) del turismo en este estado? Esas son preguntas que a los turisteros y a sus testaferros políticos les importa un carajo, pues ellos tienen otros planes, como el derecho a hacer sus puentes de lujo en la Nichupté para no juntarse, para no estar cerquita de la plebada, de los indios, de los albañiles de las barracas, de los trabajadores de los hoteles como la asesinada hija de Sebastián Gómez Hernández.
Una muchacha de 21 años apenas, que trabajaba de steward, que había llegado hace seis meses a Quintana Roo, huyendo de la pobreza que se ensaña más en estos tiempos de pandemia, saliendo en busca de un futuro desde su natal Ocosingo, dejando a sus padres y hermanos atrás. Hoy, 30 diciembre, penúltimo día de este año tan convulso, regresa en un féretro, en una vagoneta, acompañada de su padre, don Sebastián, de un enorme corazón para resistir esta tragedia, agradecido con la gente de Solidaridad y los vecinos de Puerto Aventuras que se solidarizaron con él y sacaron los pocos dineros que tenían para cooperar en los gastos fúnebres. Con una mano, don Sebastián dijo adiós a los playenses que lo fueron a despedir en muchedumbre, para llevarse a su hija a que descanse en paz en el pueblo de Ocosingo, y solo pidió una cosa antes de partir: ¡Justicia!
Y mientras don Sebastián y el féretro con su hija partían de Quintana Roo, el fiscal General del Estado, Óscar Montes de Oca Rosales, desde las redes oficiales informó que la fiscalía ya había dado con un presunto culpable en el feminicidio, “Carlos G”, quien prestaba sus servicios de seguridad en el Hard Rock Riviera Maya; y el sospechosismo y la especulación ante tan rápida investigación y sus resultados, no se hicieron esperar. ¿Dónde están los videos del día 18 de diciembre? Sería lo más conveniente darlos a conocer. Esta pregunta es con el sentido de alejar cualquier “especulación” posible.
Especulación y sospechosismo han estado presentes con mucha razón en este caso, cuando en el hotel Hard Rock Riviera Maya no es la primera vez que sucede una desaparición, pues tres años atrás desapareció de sus instalaciones la joven Elizabeth Ricalde, que hasta ahora no se sabe de ella. Solo cuando el reporte de desaparecida de Ana inundó las redes; solo cuando su padre, Sebastián, pidió ayuda en redes sociales pues consideró que no contaba con el respaldo suficiente de las autoridades para encontrar a su hija desaparecida –“parece que no hay autoridad”, decía Sebastián-; sólo cuando la gente de Puerto Aventuras, amigos y familiares, escribieron frases de justicia y no impunidad en cartulinas, se pusieron cubre bocas y marcharon exigiendo la aparición con vida de Ana frente a las puertas de ese hotel de lujo con sus dos guitarras emblemáticas –esas guitarras que cuidan más los de la gerencia que a sus trabajadores-, el cadáver de Ana apareció el lunes 28 en las veredas que conducen al complejo hotelero de lujo. Ese mismo día, su padre supo, por pruebas de ADN, que era su hija la que habían encontrado en un trillo entre la maleza, pero las denuncias ciudadanas dicen que el cuerpo fue hallado dentro de las instalaciones del Hard Rock Riviera Maya.
En un comunicado del hotel que apareció el miércoles 30 de diciembre, los altos gerentes, virreyes que se sienten intocables y que piensan que todo lo puede la ferocidad del dinero en el Caribe Mexicano, con sumo desparpajo y cinismo, pedían “evitar especulaciones” sobre el feminicidio de una de sus trabajadoras, y que “por respeto a la privacidad de la familia y la investigación de los hechos que se encuentran en curso, solicitamos amablemente que las preguntas sobre la misma sean dirigidas a las autoridades correspondientes…Asimismo, pedimos que la especulación se mantenga al mínimo para facilitar dichas investigaciones por parte de la Fiscalía General del Estado de Quintana Roo”. En otras palabras, la ley mordaza a sugerencia de estos virreyes turisteros.
Pero la gente opina sobre esos complejos hoteleros de lujos, “que solo se paran el cuello a costa del trabajo de la gente humilde”. Y la gente opina más: “Piden que no se especule, que según están colaborando. Tienen cámaras por todas partes y vigilan muy bien sus instalaciones para que nada de valor se pierda. Tal vez una jovencita de escasos recursos, buscando una oportunidad lejos de su hogar, no tiene valor para ellos”.
Se le olvida al hotel Hard Rock Riviera Maya, que existe una responsabilidad jurídica que no puede escamotear, algo tan simple como ser responsable de la seguridad de sus trabajadores, y esta seguridad no se constriñe solamente dentro de las instalaciones, sino de éstas hacia el trayecto rumbo a sus hogares y viceversa.
Hollywood y Hard Rock: sinónimo de muerte en el Caribe mexicano
¿Cuál es el número de asesinatos que van hasta ahora en Quintana Roo, “el paraíso en llamas”? Si la epidemia de Covid ha sido cruel en el cincuentenario de Cancún, la otra epidemia, que es endemia (enfermedad que se asienta en la región), la de los muertos por la delincuencia organizada y la institucionalizada, es cosa de todos los días. 2020 es el año en que aparecen cadáveres y narcofosas en los palacios del turismo en Quintana Roo, y nadie se espanta, y nadie protesta contra esta muestra palmaria del horror turistero, del turismo caníbal.
Para finales de noviembre, supimos de una narcofosa en el Caribe mexicano, repleta de albañiles. Opinábamos, en aquella ocasión, si los diputados federales y locales de Quintana Roo, pudieran ser tan amables en hacer algo de una buena vez, para remediar o atenuar las terribles condiciones laborales de los albañiles que han construido los palacios de Playa del Carmen, Cancún y la Riviera Maya.
Los albañiles -chiapanecos, tabasqueños y hasta centroamericanos- son los nadie del Caribe mexicano, viven en barracas, en condiciones infrahumanas y llenos de todas las privaciones y repletos de miserias, son explotados y sus derechos laborales y humanos son pulverizados. Viven en el peligro de ser muertos todos los días por pandillas, por la policía, por los narcos. En el hotel en construcción, Planet Hollywood, el espanto se presentó en noviembre de este año: una fosa con 12 cuerpos de alarifes fue encontrada (como si fuera San Fernando, como si fueran las fosas que clavetean este México de la barbarie), y los familiares de algunos dicen que los mataron porque no quisieron vender droga. ¿Quién es culpable?, ¿quién es el dueño del Hotel Planet Hollywood?, ¿quiénes son los verdaderos narcos y asesinos en el Caribe mexicano? Pero la reactivación va en camino, estamos en el camino adecuado, aunque el Covid-19 y la sangre derramada deslíe el azul turquesa del paraíso infernal, pues a nadie le interesa la vida de un albañil, de un “nadie”. ¿Qué es un albañil? Brecht lo escribió, ¿donde fue a dormir la noche siguiente de haber terminado su faena el constructor de la muralla china y el eterno mármol de Roma? Yo pregunto, ¿a donde van a dormir los albañiles del norte de Quintana Roo cuando los turistas llegan a darse la gran vida en los palacios que el albañil herido construyó? En una fosa común, en una fosa llena de muerte y soledad.
¿Y a donde van a dormir las trabajadoras de los hoteles como Ana?, ¿qué caminos toman para llegar sanas y salvas a sus casas? En el lapso del 18 de diciembre al 30 de diciembre, ningún miembro de la clase política quintanarroense manifestó cosa alguna, o exigió a los gerentes (porque los dueños están a miles de kilómetros lejos, en sociedad anónima) explicaciones necesarias. A ese hotel de lujo, nadie lo clausurará porque la consigna es “reactivar” el turismo, aun a costa de los delitos sin solución, o con solución extraña. Total, nadie se espanta en este infierno del caribe mexicano, donde brotan cadáveres y fosas llenas de ellos en los hoteles del turista conquistador.