Por: Francisco J. Rosado May
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El 30 de noviembre inició la Conferencia de las Partes, en Dubai, con la participación de casi 200 países. Se contemplan actividades que culminarán, formalmente, el 12 de diciembre. Pero como en cada COP, hubo trabajo previo y habrá trabajo posterior.
Si bien COP fue diseñado por la ONU para discutir y acordar alrededor de asuntos claves sobre el cambio climático (CC) y cómo enfrentarlo exitosamente, en esta ocasión el desempeño de los sistemas alimentarios insostenibles en relación con el CC es punto de atención prioritaria.
Líderes de más de 120 países se han comprometido en posicionar reformas y transformaciones de sus sistemas alimentarios como punto central en el combate al CC. Los sistemas alimentarios convencionales hoy representan el consumo del 15% de petróleo, contribuyen en alrededor del 35% de los gases de efecto invernadero y se relacionan con alrededor del 80% de la pérdida de biodiversidad en el planeta.
COP28 se lleva a cabo en el corazón de la economía petrolera en el mundo. Eso explica, quizá, porqué en la declaratoria inicial se omitió mencionar la necesidad de no dependencia al petróleo, de desarrollar alternativas. La demanda alimentaria de un planeta con casi 8 mil millones de habitantes no debe ser justificación para continuar la dependencia a energía fósil, sino incentivo para encontrar mejores formas de producción sostenible.
México se encuentra en una situación en el que parece que no se ha tomado en cuenta las consecuencias del CC. Es información pública las sequías, incendios, huracanes, inundaciones, todos relacionados con el CC. De acuerdo con el Instituto Nacional de Ecología y Cambio Climático, México es uno de los grandes emisores de gases de efecto invernadero, representando el 1.4% del total mundial.
El CC impacta la producción de alimentos en forma negativa. A su vez, la forma en cómo se diseña y manejan esos sistemas de producción, contribuyen al CC. Estamos en un círculo vicioso que hay que romper. Carbajal y Alegría publicaron en La Jornada el 12 de noviembre pasado una nota preocupante: “México, uno de los principales productores de alimentos en el mundo importó más de la mitad de los granos básicos que consumió la población de enero a septiembre de 2023”. Si para mejorar la producción se sigue la política de subsidiar o regalar fertilizante, indirectamente se está causando otros problemas. La producción de fertilizantes necesita de grandes cantidades de combustibles fósiles. Si añadimos la energía usada para su transportación y, muy posiblemente, su mal uso por falta de entrenamiento, lo cual puede causar problemas edáficos, tenemos ante nosotros la necesidad de cambiar políticas públicas y establecer nuevos paradigmas para producir suficientes alimentos minimizando en mucho impactos ambientales negativos.
Nada fácil, pero no imposible. Se necesitan políticos con visión de futuro, con apoyo de expertos, entendiendo las diferentes vertientes sociales, económicas, políticas, ambientales tanto de las malas prácticas actuales y creando condiciones para alternativas viables. Se necesita el apoyo para financiar los procesos de transformación que necesitan los sistemas alimentarios insostenibles. En COP28, son varias las organizaciones y gobiernos trabajando fuertemente para lograr el financiamiento que permita alcanzar la meta 50-50. Para el año 2050, el 50% de la superficie dedicada a producción de alimentos debe haber logrado una transformación profunda y el resto encaminado para esa transformación. También se necesita personal bien capacitado, expertos, investigación y formación de recursos humanos de alto nivel. Y si bien en este rubro no estamos en ceros en México, tampoco tenemos la masa crítica en cantidades necesarias para el tamaño del reto.
Nada fácil, pero no imposible. Sería bueno saber qué opinan l@s candidatos sobre el tema. Para muchos el tema ambiental es crítico y podría determinar el sentido de su voto.
Es cuanto.