Cuando arrancó su el gobierno, el presidente Andrés Manuel López Obrador, sorprendió a más de uno cuando, en diferentes momentos, les dio las gracias a César Yáñez y Santiago Nieto, que eran, sobre todo el primero, de su círculo más cercano.
Yáñez y Nieto “se pasaron de la raya” en cuanto a la imagen de austeridad republicana que debe de seguir cada miembro de la 4T.
Es decir, en la 4T no cabe la frivolidad y el dispendio, y, menos si es a costa del pueblo.
Pero la 4T caribeña parece que, como diría el clásicos, hay militantes que no entiende.
Lo que ocurrió este fin de semana en Felipe Carrillo Puerto, con la alcaldesa Mary Hernández y la dirigente estatal de Morena, Johana Acosta, vulnera uno a uno los principios y valores de la 4T.
No faltaría quien quiera ponderar las libertades o los nuevos “derechos” que se han adquirido con el ascenso de la 4T para justificar a Mary Hernández.
Pero, diría otro clásico: una cosa es una cosa y otra cosa, es otra cosa.
Mary Hernández (y de paso Johana Acosta) vulneraron los principios de la 4T, de manera frontal y a partir de afanes particulares.
En estricto apego a los códigos del jefe máximo de la Cuarta Transformación, ya le deberían de dar las gracias a Mary Hernández y a Johana Acosta.
En su defecto, entonces estamos ante unir régimen discrecional, como del PRI del siglo XX, en donde el amiguismo y el compadrazgo, así como las relaciones interpersonales, valen más que los principios y los valores y un proyecto de nación.