CHETUMAL.- Sin duda la cuarta transformación no solamente implica el cambio de administrador o de dueño del tablero como dicen algunos desde la comodidad de su sin quehacer. La cuarta transformación es mucho más que eso. Quienes estamos inmersos en este compromiso por desarrollar un mejor país, una mejor sociedad, una mejor calidad de servidores públicos y de servicios públicos, pensamos muy diferente.
Para quien suscribe, la cuarta transformación implica no dar espacio a la duda, a la posibilidad de generar riquezas ilícitas al amparo del amiguismo y del compadrazgo, de las empresas fachadas, del manejo de proveedores a diestra o siniestra, con fines de recaudación personal pero sin transcendencia social.
Estamos en contra de la comercialización de la justicia y de la procuración de la justicia, ya que un estado en el que se tenga que pagar extras a la autoridad para aplicar la justicia y para comprar seguridad, y siempre lo he sostenido, es un estado fallido.
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Por ello, quienes nos mantenemos lejos de doctrinas adoptadas de partidos que sin digerir correctamente sus propios conceptos se toman como evangelios, y más aún, lejos de aquellos que pretenden que una persona esté encima de instituciones como la Suprema Corte o la UNAM; pero que tenemos la certeza de que la carta de navegación de la cuarta transformación de México es la correcta, tenemos el doble compromiso de enderezar la ruta de un barco que poco a poco se tiende a desviar del rumbo.
Muchas han sido los grandes aciertos de este proyecto de nación y por ello tenemos que impulsarlos, defenderlos y justificarlos con fundamentos históricos y jurídicos suficientes. Pero de igual manera cada vez son más las decisiones tomadas al amparo del absolutismo político que mina, que corroe y que poco a poco desgrana la mazorca. Si, aunque quienes se rasguen las vestiduras por este artículo, no hayan leído el libro.
Ejemplos tenemos varios, desde San Luis Potosí en donde el neopartido hegemónico perdió la posibilidad de gobernar por decisiones tomadas al amparo del interés unos pocos en lugar de un estado, hasta Coahuila, en donde nuevamente privilegió el interés del mismo grupo sobre el interés mayoritario de un núcleo democrático.
México seguirá siendo un país de leyes, un país de instituciones y de un profundo respeto constitucional. La Carta de Navegación original de la cuarta transformación se fundamenta en ello. Creo que es urgente que quienes comandan las tomas de decisiones regresen a los clásicos de la democracia para no hacer de esta una falacia, y regresar a darle forma a lo que en realidad se planteo, desde tiempo antes, como la cuarta transformación.
De no ser así, como los Buendia, estaremos condenados a vivir cien años más de soledad.