Por: Gilberto Avilez
El fin de la autonomía cruzoob
Todavía en 1959, en un nuevo encuentro entre un extranjero y un jefe maya, salió a relucir el pedimento de “carabinas”, como anteriormente Cituk y Sulub hicieran a Morley, en la década de los 30. El encuentro de Reed con el anciano patrón de la Cruz del pueblo de Chancah, Norberto Yeh, trajo, de nueva cuenta, vía pedimentos de armas, la idea de autonomía cruzoob. El diálogo se desenvolvió de la siguiente manera:
“Después dijo (refiriéndose Reed a Norberto Yeh) que estaba muy contento de hablar conmigo y, con una sonrisa tímida, como si me participara un secreto, explicó que los antiguos libros habían profetizado que un Chachac-mac (norteamericano) iría a hacer preguntas y a ver las aldeas. Me preguntó si iría a todas y si me mandaba el jefe de San Luis. “Ya no podemos ir a Belice -añadió-, y por eso no podemos comprar las cosas que necesitamos”…., le pregunté qué clase de cosas quería comprar en Belice. “Carabinas” dijo. Y la palabra no necesitaba traducción.[1]
Posteriormente, Yeh le indicó a Reed que Nohoch Santa Cruz Balam Ná(lo que actualmente es Felipe Carrillo Puerto) era de ellos, su ciudad; que ellos, y no los dzulob, la construyeron. Yeh también externó la queja sobre los misioneros protestantes y los legos yucatecos, que iban por los pueblos cruzoob convirtiendo a los mayas: “¿Por qué vienen a nosotros? –preguntaba-. Nosotros no vamos a las ciudades a decirles cómo adorar a Dios. Ésta es nuestra tierra y nosotros la conocemos mejor que ellos”. Y dijo, como recordándole al historiador Chachac-mac de la Guerra de Castas más famoso, que “Los dzules cuentan muchas mentiras de nuestro pueblo y de la Cruz”[2] (Reed, 1984).
Cuando Reed se disponía a ir por sus mulas para partir de la comunidad de Chancah después de haber hablado con Román Cruz, comandante y subdelegado del lugar, Yeh le dio alcance en la plaza con un gran número de hombres y muchachos del poblado. Iba a terminar la entrevista inconclusa con Reed:
“Desnudo hasta la cintura, con pantalones blancos a la antigua, cortados en forma de media luna por las caderas, debajo del cinturón, pasado por bastillas para ceñir bien, como se ve en los dibujos de Catherwood; llevaba un delgado bastón, más bien una varita, y le seguía una caterva de hombres y muchachos… como un sacerdote maya de miles de años antes. Tenía más cosas que decirme. Siguiendo su ejemplo, todos nos sentamos en algunas piedras que había sombreadas por los árboles a que estaban sujetas las mulas. Sin la camisa parecía más pequeño y más viejo, más maya…-El libro prometió que su pueblo vendría y prestaría ayuda a los macehuales. -¿Qué clase de ayuda necesitan? -Rifles y hombres para ayudarnos a sacar a los mexicanos. ¿Cuándo sucederá? ¿Debo enviar una delegación a San Luis para arreglar el asunto? Esto era lo que yo había evitado antes y lo que sabía que él esperaba, y me lo decía tan claramente que no había evasiva posible. Yo había ido en busca de recuerdos de la Guerra de Castas y ahora me invitaban a enrolarme. La investigación había dejado el lugar a la realidad humana; lo que para mí era una nota al margen era para él la fe y la esperanza de toda una vida; yo tenía la obligación de contestarle honradamente, y le dije que eso ya no era posible”.[3]
La ayuda solamente podía ser económica, no de otro tipo, les respondió Reed. Los demás asintieron, pero Yeh no seguía en el juego. Contestó: “Hablan, prometen, pero no hacen nada por nosotros…Quieren que tengamos una iglesia libre. Quieren acabar con la Guardia”[4] (Ibidem: 273). “Allí está el quid –escribía Reed-, la rendición que él [Norberto Yeh], por su parte, jamás efectuaría; las derrotas y humillaciones acumuladas durante un siglo no habían acabado con su fe en la legendaria promesa de ayuda o en el destino de todos cuando llegara el fin del mundo”.
Las promesas de liberación (en términos actuales, de autonomía indígena), contadas por la profecías de los cruzoob, han sido eso, promesas cuando, posterior a la entrada de Bravo en la zona, y la creación jurídica del estado de Quintana Roo, así como el fermento ideológico “nativista” desde los años 30 del siglo pasado, el querer “acabar con la Guardia”, que es el querer “integrar” a los herederos de la Cruz Parlante, ha sido la constante en el siglo XX y XXI en la región.
Esta forma de unidad política independiente maya, que no entraba en los planes y el proyecto del país elaborado por el sector criollo (el criollismo es el germen de todo “nativista”) que se apoderó del Estado mexicano, “y que pretendió definir a la nación a su
imagen y semejanza,” [5] al iniciarse la década última de la dictadura porfirista (1901) tuvo que ser desmantelada; y el impulso de las armas, una vez que la “generosidad” de Díaz, al ofrecerle el “reconocimiento” de sus tierras a los propios mayas, fuera rechazada por ellos de forma inequívoca[6] (Villalobos, 2004: 211), dispuso lo necesario para el intento de desmembramiento del pueblo de la Cruz parlante, pues el considerable territorio de los mayas rebeldes, que ocupaba la mayor parte de la costa oriental de Yucatán, rica en chicozapote y otros recursos forestales, fue considerado por el gobierno mexicano “dentro del catálogo de los terrenos baldíos, con el firme propósito de repartirlos entre empresarios forestales adeptos al gobierno central”[7] (Macías Zapata, 2004: 21), para llevar a cabo, de esta manera, los planes económicos del Estado mediante concesiones forestales en el norte de Quintana Roo, a un selecto grupo cercanísimo al círculo de Díaz, supuestamente para civilizar, colonizar y llevar el desarrollo en la zona, sin cumplirse en ninguno de sus postulados. Dije intento de desmembramiento, pues aunque el pueblo maya de la Cruz Parlante fue minado de innúmeras formas (una de estas, fue el posicionamiento de estructuras mestizas de poder en el municipio de Felipe Carrillo Puerto, aunque la salida de los mayas de Santa Cruz es de los primeros años del siglo XX[8]), y reducido su espacio sociocultural a lo mínimo, los intentos de establecer pactos y relaciones de cooperación entre los mayas de X-Cacal Guardia con Silvanus Morley en la década de los treinta para el avituallamiento bélico de la “subtribu” de X-Cacal, indican hasta qué punto tenían la idea de autonomía los mayas rebeldes.
La lucha autonómica del pueblo de la Cruz Parlante, con el constante acrecentamiento del poder geopolítico del Estado mexicano, con la creación de los municipios que negaron continuidades territoriales a los herederos de la Cruz Parlante, y de la fase turística durante los últimos cuarenta años para el poblamiento del vacío imaginario,[9] la reducción de la sociedad autónoma maya a unas pocas hectáreas en el centro de Quintana Roo, cuando el estado mexicano, siguiendo su tesis monista de la impenetrabilidad, los fue constantemente excluyendo de áreas forestales, económicas, políticas, forzándolos a cerrarse en el ámbito de la “vida comunitaria”, en una especie de apartheid no legislado, pero sí explicitado, ha sufrido una merma considerable en su proyecto de sociedad autónoma fraguada en la crónica coyuntura bélica del periodo 1847-1901. Primero con los intentos colonizadores de los vencedores porfiristas de la guerra de Castas, cuyos epígonos fueron los revolucionarios mexicanos. A este respecto, es esclarecedor lo que Macías Richard, señalando la continuación porfiriana en los afanes modernizadores de los divisionarios y estadistas surgidos de la Revolución, asienta que el desarrollo ulterior de Quintana Roo, desde la primera época, vino a moldearse mediante la virtual exclusión o reclusión de los mayas:
“El perfil ideológico de los vencedores de la Guerra de Castas era, en esencia, común. Contra lo que pudiera pensarse, su concepción acerca de la necesidad de incorporar a los grupos indígenas rebeldes en el modelo social que se gestaba en el resto del país resultó muy parecida a la que enarbolaron los principales divisionarios –después estatistas- surgidos de la Revolución Mexicana. La disolución de los múltiples y aparentemente contradictorios valores de las regiones parecía un sinónimo de civilización y, dentro de ello, la preeminencia de la vida urbana, de la educación racionalista y de la evidencia técnica del progreso, casi no encontraban una resistencia fundada en los medios impresos del país. Por ello es innegable que el triunfo, atribuido en gran medida a los generales Bravo y De la Vega, y celebrado en Yucatán y en el centro del país como una página gloriosa de estrategia militar, haya moldeado el desarrollo ulterior de Quintana Roo, mediante la virtual exclusión o, si se quiere, reclusión de los mayas”.[10]
La historia de la reclusión de la autonomía cruzoob se puede esbozar, a grandes rasgos, de la siguiente manera. Despojados de comerciar armas con Honduras Británica por unos famosos tratados de límites nacionales, conocidos como Mariscal-Spencer, los cruzoob tuvieron que lidiar con la explotación forestal de Manuel Sierra Méndez, seguidamente con la campaña del ejército porfirista para el sanguinario periodo de once años de Bravo en la zona, más las epidemias de viruela en la segunda década del XX, las explotaciones forestales al norte del territorio maya primeramente, la creación de Santa Cruz de Bravo posterior al 5 de mayo de 1901, junto con la siembra de villas Decauville para comunicar a ésta con Vigía Chico, el monitoreo aduanal de la parte sur con la creación de Payo Obispo en 1898 para hacer difícil el tráfico de tintórea y de armas por parte de los ingleses a través del sistema de la bahía de Chetumal, y sin contar los afanes de las empresas forestales extranjeras ambicionando el botín maderero del despojo; después con el boom chiclero de las primeras tres décadas del siglo XX cuando el territorio y los bosques de los mayas rebeldes fueron sistemáticamente envueltos en situaciones de rapiña y despojo legalizado; ya en plan de “hermanos separados”, los de X-Cacal, junto con sus hermanos de Chumpón, tuvieron que soportar la tiranía caciquil de Francisco May avalada desde Carranza pero mermada con Siurob, que no estaba dispuesto, éste último, a compartir el poder central del territorio con ningún sátrapa caciquil, y más cuando este sátrapa se había vuelto en un “tirano” de su propio pueblo.[11] Fue precisamente en el periodo de máxima explotación del chicle bajo la égida capitalista de May, cuando se dio la escisión de los hermanos separados de X-Cacal en el verano candente de 1929. Hostettler aporta un dato interesante, estableciendo que el repliegue del grupo de Cituk en X-Cacal, tal vez no haya tenido interés en aislarse, sino en el unir a todos los cruzoob bajo un solo mando para retomar el control de Santa Cruz:
“A pesar de que el estado mexicano logró finalmente una presencia permanente en la región de Santa Cruz, la situación política y económica también dio lugar a un nuevo conflicto, el que causó la separación del grupo de X-Cacal bajo el mando del Teniente Concepción Cituk durante el verano de 1929 (Hostettler 1996:47- 95). En este momento, la población maya de la región enfrentaba dos contradicciones principales. Por una parte, estaban compitiendo con chicleros no mayas por terrenos y bosques en donde explotar el chicle. Por otra parte, los diferentes líderes mayas rivalizaban entre sí por los beneficios del negocio del chicle. Esta situación favoreció al clima de faccionalismo entre los grupos, lo cual nos puede dar una explicación parcial de la separación del grupo de X-Cacal, o los ‘hermanos separados’ que, según Villa Rojas (1987: 128), era como se autodenominaban. Pero también hay indicaciones de que el objetivo de Cituk y sus seguidores no fue tanto separarse de los demás, sino un intento de reunir a todos los grupos bajo un solo mando y de re-instalarse firmemente en Santa Cruz (Hostettler 1996:76-83). Solamente cuando vieron su intento frustrado optaron por la separación”. [12]
Las políticas de colonización iniciadas en el periodo de López Mateos, sólo vendrían a señalar, palpablemente, que el vacío imaginario habría que “llenarse” con la hornacina de colonos mestizos que se asentaron en la zona sur del estado, antiguos hatos mayas. Desde el periodo de Luis Echeverría, con el inicio del proyecto Cancún y el acelerado cambio de las actividades agrícolas, para pasar preponderantemente a las turísticas, cuando el turismo se ha vuelto religión oficial y certeza inequívoca para las mayorías que puede incluso contra pestes y pandemias, el pueblo maya ha entrado en una nueva fase -¿de reestructuración sociocultural justa?, ¿de modificación y adaptación de sus tradiciones en una forma digna?, ¿o posiblemente de extinción a base de aculturaciones occidentales vía los No lugares de la sobre-modernidad turística, lo que implica el etnocidio y su marginación social?-, donde los procesos d migración crecientes a la Zona Norte de Quintana Roo indican el despoblamiento de la Zona Maya, la desruralización y el desarraigo del Quintana Roo profundo.
Finalizamos este largo ensayo inconcluso, diciendo que, a pesar de las posibles visiones un poco oscuras que nos otorga el análisis regional de los procesos actuales –la Xcaretización y las rupturas entre los jefes mayas, o la muerte de sus últimos caudillos[13]-, en Quintana Roo las propuestas autonómicas de los renuevos de la Cruz Parlante continuarán, siempre y cuando estén al tanto de esa larga historia de resistencia y dignidad por la cual pasaron sus mayores. Como dice Santos Santiago Wakakameek’en, el músico de Laguna Kaná: “Esta tierra es nuestra, de nuestros antepasados, los cruzoob”, “Ma’ u to’kolto’on, Que no nos lo quiten”.[14]
[1] Nelson Reed. 1984. La Guerra de Castas de Yucatán, México, Era, p. 271.
[2] Nelson Reed. 1984. La Guerra de Castas de Yucatán, México, Era.
[3] Nelson Reed. 1984. La Guerra de Castas de Yucatán, México, Era, pp. 272-273. Sullivan acotaba que a pesar de estos pedimentos de armas y alianzas de los mayas a los extranjeros, son muy pocos los que creen en la guerra, y cuando se habla de esta, se hace referencia a términos apocalípticos.
[4] Nelson Reed, p. 273.
[5] Bartolomé, Miguel Alberto. 2001 “El derecho a la autonomía de los mayas macehualob”, revista Alteridades, 2001, 11 (21): p. 103.
[6] Villalobos González, Martha Herminia. 2004, “Del antiguo régimen. Bosque y territorialidad entre los mayas de Quintana Roo, 1800- 1935”, en Macías Zapata, Gabriel Aarón (coordinador), El vacío imaginario,
Geopolítica de la ocupación territorial en el Caribe oriental mexicano, México: CIESAS, H. Congreso del Estado de Quintana Roo, X Legislatura, p. 211.
[7] Macías Zapata, Gabriel Aarón. 2004. “Estudio introductorio”, en Macías Zapata, Gabriel Aarón (coordinador), El vacío imaginario. Geopolítica de la ocupación territorial en el Caribe oriental mexicano, México, CIESAS, H. Congreso del Estado de Quintana Roo, X Legislatura, p. 21.
[8] Al respecto, apunté en un trabajo de hace un par de años: “Una vez que los huaches habían salido del antiguo Santuario en 1915, a Santa Cruz no volverían los mayas porque los malos vientos habían echado raíces, y el grupo se dividió en dos, buscando tierras vírgenes: Francisco May y su gente, más numerosa, se fueron a Yokdzonot Guardia, lugar donde se preservó con mayor rigor el culto a la Cruz Parlante. El otro grupo, dirigido por Juan Bautista Vega, se estableció en el pueblo sagrado de Chunpom, en la Zona Septentrional, a escasos kilómetros de la milenaria ciudad de Tulum. No se separaron mediante pugna alguna, pero prefirieron vivir separados, y ambos líderes eran aceptados por su gente. En el grupo de Yokdzonot se encontraban los más celosos de la tradición, los que defendían contra viento y marea la autonomía maya. Este grupo, con el fin de la bonanza del chicle en 1929 y la constante y cada vez mayor presencia del Estado en la selva, se seccionaría nuevamente, y unos se irían a Chancah, y otros, los guardianes de las costumbres antiguas y autonómicas, buscarían otro “pueblo santo”, en un paraje despoblado al que le pondrían el nombre de X-Cacal”. Cfr. Avilez Tax, Gilberto. “La fascinante historia de Juan Bautista Vega”. Noticaribe Peninsular, 9 de diciembre de 2021. En línea: https://noticaribepeninsular.com.mx/tierra-de-chicle-la-fascinante-historia-de-juan-bautista-vega-el-general-cruzob-blanco-que-vino-de-cozumel/
[9] Macías Zapata, refiriéndose a la negación de pueblos por parte del Estado a través de la ley de terrenos baldíos y nacionales en el siglo XIX, establece que el vacío es “aquella representación característica tanto de la época colonial como del siglo XX, cuando el Estado nacional prescinde de la sociedad preexistente en cierta región, o se recurre a negar la existencia de la población en términos demográficos o, en caso de reconocerla, el vacío se funda en resaltar la ausencia del aparato administrativo y de control correspondiente al poder hegemónico del Estado colonial o del nacional, paralelo a la total o insuficiente ocupación del lugar” (Macías Zapata, 2004: 11). Podríamos decir, que con la conformación del Estado de Quintana Roo a lo largo del siglo XX, el estado mexicano prescindió, excluyó y segregó a las comunidades macehualob’s, anteponiendo toda una estructura burocrática mestiza, así como a una clase política negadora de los grupos originarios. Se creó, de esta forma, una sociedad interétnica donde la sociedad macehualob’s constantemente fue mermada en su radio autonómico.
[10] Macías Richard, Carlos. 1997 Nueva frontera mexicana. Milicia, burocracia y ocupación territorial en Quintana Roo (1902-1927), México, Uqroo-Conacyt, p. 70.
[11] Hostettler (2004: 174) recoge una molestia de Siurob de 1929, acerca de May: “Por lo demás –se quejaba
Siurob-, en la región donde domina May, él pretende ser la única autoridad auxiliado por dos o tres secretarios mal intencionados o perversos, y cómo ha visto [May] que el Centro de la [nación le] le hace caso, cree que no necesita ya respetar al Gobierno Local, quejándose apenas cree que se trata de restarle en lo más mínimo en su poder… Por otra parte es un fantasma la fuerza de este cacique, pues los propios indígenas están ya cansados de su opresión”.
[12] Hostettler, 2004: 175.
[13] De la Xcaretización hemos hablado largo y tendido. De las rupturas y pugnas, véase a Gilberto Avilez. “El General que rompió el muro de los derechos neoindigenistas”. La Jornada Maya. 4 de marzo de 2019. E Hilda Landrove: “Los conflictos del Gran Consejo Maya”. Maya America. 2021. Vol, 3, No. 1, pp. 73-93.
[14] Hace 21 años, Santos Santiago, amigo mío, acompañado por la Orquesta Filarmónica de Yucatán, puso a cimbrar a todo el Teatro Peón Contreras de Mérida, cantando como nadie unas letras de dignidad de su autoría, alumbrado en su escritura y su voz por los ancestros y los guerreros cruzoob de su pueblo rebelde, con la canción que es un himno a la libertad y autonomía de su pueblo. Véase en esta liga su excelsa interpretación: https://www.youtube.com/watch?v=t3pCPcu04zY