A partir de hoy empieza el inicio de fin del sexenio de Carlos Joaquín González.
Y su gobierno acaba sin pies ni cabeza y un Quintana Roo en la misma inercia en lo que lo dejaron sus antecesores del PRI.
Carlos Joaquín se convirtió en el primer gobernador no priista (al menos formalmente) y su primicia fue que encabezaría el “Gobierno del Cambio”.
La exceptiva era enorme, y no era para menos.
Su antecesor Roberto Borge, hoy preso por corrupción en una cárcel-manicomio en Morelos, dejó un desastre en lo financiero, en lo político, en lo social y en derechos humanos.
Pero, Carlos Joaquín, como, dirían los clásicos, no entendió su momento histórico.
Con una prolífica carrera política en el PRI, su llegada tuvo como momento crítico al romper con ese partido para encabezar una alianza con el PAN y el PRD, la cual tuvo sobre todo un impresionante respaldo ciudadano, de quintanarroenses hartos de los excesos y la corrupción.
Pero, Carlos Joaquín supuso que su llegada al Gobierno del estado fue por una especie de mandato divino, como si se tratara de un asunto de una dinastía o de una casa real.
Roberto Borge acabó en la cárcel, pero como parte de una estrategia del entonces presidente, Enrique Peña Nieto, para lavarle la cara al PRI antes de la selecciones de 2018.
Por cuenta propia, Carlos Joaquín no sólo se quedó corto en el combate de la corrupción, sino que su propio gobierno terminó siendo acusado de prácticas abusivas. El más reciente señalamiento son los planes de desarrollo urbano de Tulum y Felipe Carrillo Puerto, en los que se pretendería sacarle provecho a a la zona norte de la reserva de la biosfera de Sian Ka ´an.
En lo político en el desastre es mayúsculo: Su más grave error fue darle la espalda a los chetumaleños, que lo llevaron prácticamente a la gubernatura, y desbaratar al PAN y PRD.
En el epicentro del desastre “neojoaquinista”, se sitúa la “importación” de foráneos en el gobierno, en particular, el encumbramiento de Juan de la Luz Enríquez Kanfachi, que primero como asesor y luego como jefe del gabinete, se convirtió en el poder tras el trono y “pese q quien le pese”.
Personajes, como Alberto Capella y un puñado de poblanos ligados al “operador” Eukid Castañón llegaron de la mano de Enríquez Kanfachi, que tuvo el control absoluto de las áreas de seguridad, finanzas, política interior y comunicación.
El decepcionante desempeño de Carlos Joaquín fue sancionado en las elecciones de 2018, 2019 y 2021. En todas perdió.
Derrotado, terminó pactando con Morena, al que prácticamente ya le entregó el gobierno, con un año de anticipación.
Y en su último año, su estrategia se centra en repartir culpas: los huracanes, el COVID, los huracanes, la ola AMLO…
Pero, el cambio ya no llegó.