En tan sólo unos días, la XVI Legislatura dio un giro de 180 grados respecto a su primer año de actividades, que se caracterizó por la confrontación, la cual específicamente ocurrió al interior de Morena.
Los del partido de Andrés Manuel López Obrador llegaron con muchas expectativas tras los comicios de 2019, al obtener la mayoría relativa con nueve diputados, pero con la puerta abierta para alcanzar la mayoría absoluta con PVEM y PT, que son “aliados nacionales” y suman otros seis legisladores.
Por ley a la primera fuerza le corresponde presidir la Junta de Gobierno y Coordinación Política (Jugocopo) que en esta ocasión le correspondió a Morena.
Pero, el gozo se fue al pozo. La 4T en el Congreso del Quintana Roo acabó una guerra interna de morenistas contra morenistas al extremo de tener tres presidentes de la Jugocopo –Edgar Gasca, Reyna Durán (en dos ocasiones) y Alberto Batún– y paralizar casi un año en Congreso del Estado, que además tuvo cuatro secretarios generales.
Sin embargo, ya este fin de semana hubo cambio de presidente de la Jugocopo y de la Mesa Directiva en los que no figura Morena. En la Jugocopo quedó el joven Gustavo Miranda, del PVEM, y en la Mesa Directiva, Eduardo Martínez, del PAN (por cierto, partido del gobernador Carlos Joaquín)
Por un lado, los diputados del PAN (unidos en un frente con PRI y PRD) y, por el otro, los “verdes” lograron de arranque acuerdos lo que muy difícil ocurría cuando Morena “gobernaba” la Jugocopo.
En tres días, se renovó la presidencia de la Jugocopo, se eligió la Mesa Directiva y se formalizaron los nombramientos de los manos administrativos y además se aprobó la denominada “Ley Olimpia“, que había quedado atorada en el año anterior. La mayoría morenista quedó aún mas en evidencia.
Una cosa es hacer política y otra cosa politiquería.
Que un partido esté en confrontación permanente no significa hacer política.
El fracaso de la mayoría morenista es rotundo.