Por: Fabián G. Herrera Manzanilla
El pasado 3 de Mayo, fue el Día del Albañil, la celebración más grande de aquellos hombres de la construcción, quienes son los que materializan los diseños de los arquitectos e ingenieros.
Una profesión sin lugar a duda, de gran importancia, pues gracias a ellos, tenemos casas, edificios públicos y privados, que nos brindan comodidad, protección y servicios, entre muchos otros beneficios.
Son los ejecutores reales aglutinados en ese gran sector que lo es el de la construcción y el obrero, por lo que nunca debe subestimarse su trabajo.
Debido al peligro y riesgo al que están expuestos los alarifes, decidieron entrelazar y celebrar su día en el dedicado a la Santa Cruz, encomendándose a ella para evitar accidentes y lamentables decesos en algunas ocasiones.
Y acá en Payo Obispo, eran muy pero muy pocos los que se dedicaban a la albañilería, destacando a Don Antonino Sangri Micci y Prisciliano Ávila. Recordemos la arquitectura imperante con que nace la ciudad hace 125 años, fue la de madera y láminas de zinc estilo “anglo-caribeño”, que aún se niega a desvanecer.
Fue con la llegada del general Rafael E. Melgar, Gobernador del Territorio, de 1935 a 1940, que surge la arquitectura de mampostería en la capital y Quintana Roo, con escuelas, aljibes, cárcel, camellones, hospital, hoteles, fuentes, malecones, mercados, monumentos, muelles, parques, rastros y diversos edificios públicos.
En ningún momento el general Melgar, prohibió la construcción de más casas o edificios públicos de madera, eso es una mentira histórica, pues algunos edificios públicos levantados en su gobierno, eran de madera amachimbrada y lámina corrugada.
Pero para poder lograr su gran proyecto, en Abril de 1935, ordena el traslado por avión de la Ciudad de Mérida, Yucatán a la ciudad, de los primeros albañiles propiamente hablando y técnicos que participarían en las obras insignia de su administración, que lamentablemente varias desaparecieron con la modernidad y hoy sólo el nombre conservan en recuerdo a su existencia y sentido de pertenencia que ocasionó entre los habitantes, como es el caso de la “Explanada de la Bandera”, que no fue valorada y desapareció en un santiamén para jamás volver.
Una de esas obras fue un edificio nuevo para desahogar al antiguo Palacio de Gobierno de madera y láminas de zinc, que databa de 1918, así como para concentrar a futuro todas las oficinas públicas.
Por lo que en Diciembre de 1936, crea el comité para la supervisión y vigilancia del “Palacio Federal” como él lo denominó y se tomó como el inicio formal de la obra ese año, aunque en realidad al inmediato posterior empezó a levantarse.
Eligió los antiguos terrenos donde estaban ubicadas las oficinas de los servicios navales, así como las de la Flotilla del Sur y de Correos y otras más ubicadas en esa zona propiedad de la Secretaría de Guerra y Marina, en una manzana sobre su frente sur y media al lado oriente ubicada en la Calle 22 de Enero entre la Avenida de los Héroes y la Juárez
Comenzó con una cimentación especial con pilotes de fierro y concreto a más de 10 metros de profundidad debido a lo fangoso del terreno, al mismo tiempo, las vetustas bodegas de la Flotilla del Sur y su muelle de madera, cedieron su espacio para dar vida a un nuevo parque y al Malecón frente al mismo, cuya historia amerita una reseña exclusiva que haré con posterioridad.
Para 1940, la obra ya estaba casi concluida y solamente logró edificar el primer piso del proyecto original que contemplaba tres niveles, con el estilo arquitectónico “art-decó” imperante en aquella época. Él ágora frente al mismo y también extinto Malecón construidos le dieron jerarquía y elegancia a la nueva Ciudad Chetumal, que nace en su gobierno, sin olvidar, reafirmar nuestra identidad portuaria.
Al entregar la estafeta del gobierno territorial en Diciembre de 1940 al general Gabriel Guevara Orihuela, éste se negó a darle continuidad a este proyecto y otros más, atribuyéndose el mérito de haberlas construido él cuando fue todo lo contrario.
Fue hasta 1942 que intentó levantar el segundo nivel y ya tardíamente en 1943 empezó la construcción en forma, pero al año siguiente fue suplido por el controvertido y polémico Margarito Ramírez Miranda.
Quien decide poner en funcionamiento muchas de las obras que había ejecutado el general Melgar como el Mercado originalmente denominado “Benito Juárez” pero al que le cambia el nombre por el de “Presidente Alemán”.
Y retoma las obras de construcción del nuevo “Palacio Federal” a la brevedad, logrando concluir el segundo y tercer nivel en 1946 y habilita al antiguo palacio como sede de la Primera Delegación de Gobierno, coextiendo ambos edificios que albergaron a la máxima autoridad gubernamental quintanarroense en nuestra etapa territorial, colocando en su fachada el nombre de Palacio de Gobierno y una versión más del escudo.
Hoy en día, el Palacio de Gobierno, es uno de los edificios públicos más representativos de Quintana Roo y es sin lugar a duda, un sitial histórico que evoca la transformación de la ciudad en una verdadera capital, llevada a cabo por el general Rafael E. Melgar, como se ha anotado en esta reseña.
Ha sorteado la avasalladora y errónea conceptualización de la modernidad, que bien puede alternar con el patrimonio cultural e histórico de todo conglomerado social.
Ojalá aquella placa que era su acta de nacimiento visible en el costado oriente de las escaleras y retirada al colocar un mural con mosaico bizantino en 2005, sea puesta de nueva cuenta como he humildemente sugerido en varias ocasiones y la pandemia pausó se concretara, declarándose también como Patrimonio Cultural Tangible del Estado y desahogarlo de algunas dependencias que ahí laboran y han saturado su capacidad, dejando sólo el Despacho del Ejecutivo y otras más representativas, a fin de que sea un atractivo cultural y turístico más como en otras capitales lo hacen con sus recintos ofíciales que incluso algunos operan al igual como museos, como sucede con el de la Ciudad de Mérida, Yucatán, en el que podemos admirar la obra pictórica del yucateco Fernando Castro Pacheco, que incluye una de Gonzalo Guerrero y su estirpe
Sin olvidar, los cuadros del ilustre pintor payobispense Elio Carmichael, regresen al Salón “Cuna del Mestizaje”, ya que es irónico tenga ese nombre y no esté ninguna de esas hermosas obras de arte alusivas a la fusión de dos razas: la española y la maya.