Por Jorge González Durán
Hoy Quintana Roo cumple años como Estado Libre y Soberano. Es una fecha que convoca y evoca muchas emociones. Cancún, cabecera del municipio Benito Juárez, parte entrañable de Quintana Roo, debe celebrar esta fecha que es piedra angular de nuestra historia moderna.
Sin embargo, no debemos olvidar que la historia de nuestra entidad no comenzó el ocho de octubre de hace 44 años, y ni siquiera el 24 de noviembre de 1902, en que se creó el Territorio Federal, antecedente del Estado.
Quintana Roo es una geografía fecundada por los mayas que mantuvieron la fortaleza de su cultura a pesar de la sangrienta guerra social iniciada en Tepich el 30 de julio de 1847, y que finalizó poco más de medio siglo después en la antigua Chan Santa Cruz, la actual ciudad de Felipe Carrillo Puerto.
En Quintana Roo, cuando hablamos de culturas indígenas, no nos referimos al pasado, sino que aludimos a pueblos y comunidades vivas y actuantes.
Finalizada la confrontación violenta con los conquistadores, la resistencia indígena fue cultural. Los mayas preservaron su idioma y siguieron practicando sus tradiciones y costumbres, que sobreviven a más de 500 años del descubrimiento de nuestro continente.
La modernidad que es signo del desarrollo de Quintana Roo, sería estéril si no fuéramos capaces de respetar la identidad y la historia de los descendientes directos de aquellos indígenas que lucharon en la llamada “guerra de castas”.
Uno de los resultados de la lucha de los mayas, es precisamente la creación del Territorio Federal de Quintana Roo, el 24 de noviembre de 1902, antecedente del autogobierno que posibilitó la erección del estado el ocho de octubre de 1974.
Por esta razón, los quintanarroenses tenemos una deuda histórica con los mayas. Nuestro estado no podrá acceder plenamente a la modernidad mientras exista una comunidad indígena sufriendo marginación y atraso.
El atraso de la zona maya de Quintana Roo es una herida moral que nos compromete a todos.
Más allá de paternalismos y tutelajes, los mayas esperan proyectos y programas que recojan y respeten sus demandas, su experiencia y su cultura.
El respeto a la dignidad y el reconocimiento a las formas de organización social, a las tradiciones y a las costumbres de los indígenas, es decir, el respeto y el reconocimiento a su cultura, es uno de los cimientos morales de la fortaleza de la sociedad quintanarroense.
Y no podría ser de otra manera, porque de lo contrario estaríamos caminando hacia el futuro con el alma fragmentada.
En Quintana Roo, la huella y el espíritu de los mayas está presente desde los lejanos tiempos en que el mito comenzó a fundirse con la historia.
En Quintana Roo, como en todo el antiguo territorio donde floreció la milenaria cultura maya, existen vestigios arqueológicos que nos asombran y nos deslumbran, pero más allá de esas piedras ilustres cuyo fulgor no ha deslavado el tiempo, están las comunidades donde viven, trabajan y crean los descendientes de los constructores de esos centros ceremoniales precolombinos.
Los mayas de quintana roo son celosos guardianes de una historia y de una cultura que se sigue recreando a casi 500 años de la conquista.
La población maya quintanarroense se diferencia de los demás mayas peninsulares, en cuanto a que son descendientes directos de los que lucharon en la llamada guerra de castas.
Los mayas de Quintana Roo tienen, por ello, una arraigada identidad y una reconocida capacidad de autogestión, que se debe valorar, evitando que cunda los vicios del clientelismo político y de la manipulación electoral.
De alguna manera se puede afirmar que en el perfil de la sociedad quintanarroense de hoy, los valores de la cultura maya son compartidos por la mayoría de los habitantes de la entidad, cualquiera que sea su origen, porque constituyen no sólo la raíz histórica sino la columna moral de nuestra entidad en construcción.
En el aniversario de la creación del Estado, es pertinente recordar la gesta de los mayas, que son los originarios dueños de esta tierra.